Tirando de gemelos

Seguimos avanzando por la 93 en nuestra casa rodante. Nos dirigimos hacia Banf, una población en pleno corazón de las Rocosas que se encuentra en un parque natural del mismo nombre.

Aquí, como en el Tour, hay que dar el callo en la montaña. Como lo que es montaña por aquí sobra, se pueden elegir rutas de senderismo a montones y hemos tenido suerte con lo que hemos ido haciendo (fijo que las que no hemos hecho son acojonantes igualmente).

El primer día, después de un buen rato de autopista con unas vistas soberbias, hemos llegado al Lago Peyto. Es un lago digno de cualquier salvapantallas del Windows (de mierda), de esos que te van encadenando paisajes inmaculados para evadirte de tu propia existencia en tu triste puesto de trabajo. El problema del lugar, es que está abarrotado de turistas y asomarse al mirador se convierte en toda una odisea. Y hacerte una foto sin tener un par de jubilados con pinta nórdicos bien cerca, ya ni te cuento…


Por suerte, y como suele suceder por aquí, de un paseo perfectamente entarimado surge un pequeño sendero (sin marcar) que según creemos, lleva a la orilla del lago en cuestión. La altura a la que estás en el parking es considerable así que para bajar a la orilla parece que debe haber un buen tirón. Ni cortos ni perezosos, empezamos a descender sin saber cuanto se tarda ni si, efectivamente, lleva donde nosotros pensamos.

Empezamos a bajar y a bajar y a bajar y a seguir bajando por una ladera de montaña con un desnivel extremadamente pronunciado (lo “mejor” para mis pobres rodillas). El bosque se va volviendo oscuro y húmedo ya que, debido a la densidad de árboles por metro cuadrado, el sol no entra mucho, pero el sendero es perfectamente “seguible”.


Después de andar un buen rato y ver que se vamos llegando al final, ya que cada vez el agua está más cerca, uno piensa: Joder, que luego hay que subir de nuevo! Algo tan evidente, da pavor sólo de pensarlo debido a la maldita pendiente que tiene esta ladera, pero llevamos mucho trozo andado como para dar la vuelta.

Finalmente llegamos a la orilla. El sitio es espectacular ya que antes de empezar lo que es propiamente el lago, hay como un pequeño delta de todos los ríos, riachuelos y arroyos, etc. de agua que lo alimentan. El lugar es un barrizal, de una anchura brutal, surcado por incontables hilos de agua que, rodeados por un glaciar precioso a la izquierda, una montaña con restos de nieve enfrente, y un día ligeramente soleado, ofrecen una imagen digna de recordar.

Aquí algunas foticos:




Después de dar una vuelta por el lugar, y dar saltitos ante algunas corrientes de agua y cambiando de dirección por no poder saltar lo suficiente ante otras, decidimos emprender el camino de vuelta. La verdad es que la subida es menos larga de lo esperado aunque dura de cojones. Lo más deprimente es que el final del camino no es ninguna cima con vistas, sino un mirador infestado de turistas con chanclas y vasos del Starbucks en la mano con cara de estar pensando: de donde cojones saldrán estos dos pringados con esa cara reventaos?!

Salud y besos.

PD: Por fín tengo batería en el portátil otra vez y puedo escribir tranquilamente y no pagando una fortuna por cada minuto de conexión.

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